1.5 Tal - Lipnitski

Tal - Lipnitski 
Moscú 1955

41.  Bf4 Ba7 42.  Be3 Bb8 43.  Bf4 Ba7 44.  Bc1

 

Después de 44.  b8Q Bb8 45.  Bb8 a3 46.  Be5 Ke6 47.  Bc3 Kf5 48.  Kh3 h5!! surgía una posición semejante a la que tuvo lugar en la partida: ¡las negras no caen en zugzwang!

 

44...  Ke6 45.  Kf3 Kd7 46.  Bf4 a3 47.  b8Q Bb8 48.  Bb8 Ke6 49.  Kf4 Kf6 50.  Be5 Kg6 51.  Ba1 a2 52.  Bb2 h5 53.  Ba1 Kh6

 

Tablas.

Y por fin, el campeonato individual de la URSS. Naturalmente, no intervine en la final, sino tan sólo en los cuartos de final. El que a mí me tocó se denominaba torneo zonal del Báltico, y estaba bien integrado: los ajedrecistas del Báltico y Bielorrusia siempre estaban entre los primeros (más adelante, cuatro de los dieciocho participantes se hicieron maestros internacionales). A propósito, allí (por vez primera en un torneo nacional) jugué una partida con una ajedrecista, Kira Zvonikina, campeona de la URSS. Ella logró tan sólo un punto, y felizmente, no fue a mí a quien se lo ganó.

Desde el punto de vista creativo, el torneo comenzó para mí muy bien. Incluso las tablas -en total fueron cinco a lo largo de siete rondas- parecían compuestas, auténticos rompecabezas. Después sufrí un par de lamentables derrotas, una de ellas nada típica en mí. Pensando en aprovechar lo más rápido posible mi ventaja, me olvidé por completo del reloj. De pronto veo que se me van acercando los jueces y pienso: "¿Por qué será?". Miro al reloj y veo con horror que la banderita está a punto de caer. En 40 segundos hice las 15 jugadas reglamentarias, pero, con tantas prisas, no seguí el camino que tanto había analizado...

Seis o siete rondas antes de finalizar el torneo ya había perdido toda esperanza de triunfar. Además, las siguientes tres partidas tenía que jugarlas con mis paisanos de Riga, y todos ellos estaban por encima de mí en la clasificación del torneo. Resuelto de forma muy interesante el final con Gipslis. Mi rival se conformaba con jugar para tablas, pues sabía de sobra que semejante resultado no me podía satisfacer en forma alguna y que yo estaba obligado a meterme en la boca del lobo para tratar de ganar a toda costa. Atacar la sólida posición de las blancas era un acto de suicidio; por eso, después de analizar un movimiento durante una hora y 40 minutos (!!) pasé el juego a un final difícil, posiblemente sin chance alguno de ganarlo. Pero la nueva posición exigía de Gipslis acciones enérgicas, cosa que él, después de conducir todo el juego en forma pasiva, no estaba en condiciones de hacer. Las negras lograron contraatacar y, aplazada la partida, consiguieron hallar un final ganador.