1.1 Tal - Leonov

Tal - Leonov
Vilnius 1949

 

28.  Rf6!

 

Sacrificando la torre las blancas impiden el movimiento 28...f5 y, de paso, amenazando 29.Rh6.

 

28...  Qf8 29.  Rf4 Bd7 30.  Ng4!

 

Aumentando la presión.

 

30...  Be8 31.  Nf6! Nf6 32.  ef6 Rc7 33.  fg7 Kg7 34.  Qe5

 

Las negras abandonan.

Damski: ¿Conservas aún el recorte?
Tal: No. Pero recuerdo que me gustó mucho.
Damski: ¿Habías ya alcanzado la etapa en que las partidas jugadas o aplazadas se te presentan en sueños?
Tal: Esto ya me sucedía desde antes, desde 1947. Durante uno de los interminables torneos que se celebran en el Palacio de Pioneros yo había aplazado una partida con L. Krapivner, de segunda categoría. Conforme a mis conceptos de la época yo estaba totalmente perdido, y mi posición no podía defenderse en modo alguno. Por la tarde estuve analizando las posibles variantes; la partida continuaba al otro día, y yo, que no encontraba nada, pensé: "por la mañana voy y me rindo sin continuar". Pero esa noche soñé, vagamente, con una idea relacionada -eso lo recuerdo perfectamente- con la partida; a los diez minutos de estar sentado otra vez ante al tablero, la recordé.

Lamentablemente, más tarde "bajé de nivel" y ya jamás volví a soñar con partidas aplazadas...

En el siguiente torneo logré, saltándome la tercera categoría, obtener la segunda, y entonces comencé a dedicarme seriamente al ajedrez. Y si es necesario recordar los principales acontecimientos del periodo, debo mencionar mi primera salida de Riga a Vilnius, a jugar un torneo "internacional", como pensábamos entonces, a disputarse entre los Palacios de Pioneros de las tres repúblicas del Mar Báltico.

Nuestro equipo era muy joven; yo, por ejemplo, tan sólo tenía doce años. Entonces, al presentarnos para disputar el primer encuentro (jugábamos contra el equipo de Estonia), veo ante mí a un individuo enorme; tenía cinco años más que yo. Al parecer, los estonianos habían decidido ganar a toda costa, y los integrantes de su equipo no eran precisamente de nuestra edad. Así pues, no puede extrañar que los de Riga terminásemos en el último lugar. Yo, jugando en el segundo tablero, obtuve tan sólo un punto de cuatro (fue, sin embargo, un punto decisivo; le gané al representante de Estonia, y como consecuencia, los de Vilnius ocuparon el primer puesto). Tal vez por esta razón me otorgaron el trofeo a la partida más interesante del torneo, el primero que gané en mi vida. Era el maravilloso libro "Pedro I", de Alexei Tolstoi, en una lujosa y pesada edición. Cuando me lo entregaron no podía dejar de pensar que arrastrar aquel libro hasta la mesa donde estaba nuestro equipo no me sería más fácil que ganar la partida premiada...

El año siguiente -1949- participé en un torneo nacional, como integrante del equipo de Letonia que jugó el campeonato juvenil de la Unión Soviética.

Logré ganar mi primera partida -contra el equipo de Bielorrusia-, pero ese fue mi único éxito. De todo aquel torneo tan sólo recuerdo mi enfrentamiento con el lituano Mendelevski, candidato a maestro soviético. Un año antes, en una de las partidas del campeonato del mundo, Mijail Moiseievich Botvinnik había sacrificado un peón en una defensa eslava y había vencido a Max Euwe. Por aquel entonces yo jugaba mucho esa defensa. Pues bien; durante mi partida con Mendelevski noté que estábamos siguiendo fielmente el camino recorrido por Botvinnik y Euwe. Y recordé perfectamente que los teóricos habían censurado la toma del peón, recomendando otra jugada. Botvinnik era de la misma opinión. Y entonces se me ocurrió retar a Botvinnik, basándome en el siguiente razonamiento: "Euwe, gran conocedor de la teoría, no pudo jugar una jugada así, si fuese tan mala". Por fin, siguiendo valientemente al ex campeón mundial holandés, me vi en posición claramente inferior; y por si ello fuera poco, mis prolongadas meditaciones posicionales llevaron a que la banderita de mi reloj cayese antes del control, por primera y afortunadamente por única vez en mi carrera.

Damski: ¿Fue entonces en aquella época que empezó tu lucha con el campeón del mundo? ¿O fue en el verano de 1948, cuando, tablero en mano, fuiste a ver a Botvinnik para jugar una partida con él?
Tal: Esa leyenda es muy conocida, y siempre sonrío al leerla, aunque nunca la he desmentido. Creo que ya es hora de admitir que se trata sólo de una leyenda. Después de ganar el título de campeón del mundo Botvinnik estuvo realmente descansando en el Báltico; yo lo sabía, y anhelaba enfrentarme con él. Pero eso fue todo. Mis padres me hicieron desistir de la idea de desafiar al campeón. Mucho más tarde, cuando tus colegas periodistas se enteraron de la anécdota, me "pusieron" un tablero de ajedrez bajo el brazo, me enviaron a casa de Botvinnik e introdujeron una mujer en la acción -¿qué intriga puede sostenerse sin la presencia de una mujer?-, una mujer que me cerró el paso en el umbral de la puerta y no me permitió ver al campeón mundial.

En el siguiente campeonato juvenil de la URSS jugué en un tablero superior, defendiendo la bandera de Letonia. En un encuentro preparatorio jugamos contra los chicos de la Federación Rusa. Mi rival era Victor Golenshev, un buen ajedrecista y futuro maestro soviético. Nuestra partida fue muy complicada, y se aplazó en una posición algo inferior para mí. Pero al analizarla con tranquilidad, vi que podía forzar una posición en la que mi caballo lucharía solitario contra dos alfiles (en el tablero ya no había peones).

Unos dos años antes yo había aprendido a dar mate con dos alfiles, y no sospechaba, por supuesto, que con un caballo me vería ante serias dificultades. Por eso, cuando se llegó en la partida a ese final, empecé a echarle miradas a mi rival, esperando de un momento a otro una proposición de paz. Pero ésta no llegaba, y al cabo de diez o doce movimientos me di cuenta de que algo grave estaba pasando. Por fin, perdí inapelablemente la partida, y sólo al cabo de once años, en mi segundo enfrentamiento con Botvinnik, logré ganar un final semejante. ¡He aquí una elocuente confirmación de lo útil que resultan las competiciones juveniles!

Aquel año no logramos llegar a la final; pero después de visitar Kishinev en 1949, fuimos finalistas al vencer a los ajedrecistas moldavos. Durante el encuentro jugué con precisión y gané un final, prácticamente el primero de mi vida. Todos pensaban que aquel final de alfiles de casilla blanca con peón de más concluiría en tablas inmediatamente. No obstante, logramos encontrar una interesante maniobra de alfil que permitió a las blancas forzar la victoria.