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Lo que usted siempre quiso saber sobre el Elo y no se atrevió a preguntar

Mié 29 Jul 2015
por El Maestro

Lo que usted siempre quiso saber sobre el Elo y no se atrevió a preguntar

Cuando en 1970 se organizó un "match" entre la selección soviética de ajedrez y el “resto del mundo”, surgió una fuerte discusión –con fuerte significado para la política de la Guerra Fría de entonces– sobre quién debía ocupar el primer tablero del combinado internacional. Competían por ese lugar el estadounidense Robert Fischer y el danés Bent Larsen. Finalmente este último ganó el pulso; un año después el norteamericano saldaría definitivamente la deuda: le ganó al danés las seis partidas de la eliminatoria para desafiar al campeón mundial y después le arrebató al soviético Spassky la corona. Muy poco tiempo después de aquella polémica, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) instauraría un sistema de medición de fuerza para los ajedrecistas de todas las federaciones adheridas. Nacía así el Elo.



Elo no es, como muchos en el propio ámbito del ajedrez suponen, una sigla que designa la técnica de esa medición, sino simplemente el apellido de su inventor. Arpád Elo fue un físico húngaro emigrado a Estados Unidos, además de un talentoso jugador de ajedrez que ganó ocho veces el torneo de Wisconsin, ciudad donde residía. Antes de que lo adoptara la FIDE, el sistema Elo ya era empleado por la Federación de Estados Unidos. La compleja forma matemática propuesta por el húngaro permitió construir una suerte de mapa mundial de la práctica del juego, en el que cualquiera de sus jugadores –con la sola condición de jugar un torneo reconocido a esos efectos por su federación nacional– puede estar incluido. Son más de 200.000 los ajedrecistas que figuran en el "ranking" de la Federación Internacional. El sistema consiste básicamente en establecer matemáticamente una expectativa de puntos para cada jugador que disputa un torneo, sobre la base de evaluar sus resultados en torneos anteriores: si supera las expectativas, sube en el "ranking" y lo contrario ocurre si está por debajo. Es decir, que un fuerte jugador puede ganar un torneo sin que por ello mejore su Elo, por el simple motivo de que juega contra rivales con Elo más bajo. La importancia del Elo para la práctica del ajedrez a todos los niveles es enorme. Al establecer una pauta objetiva del propio rendimiento permite a cada uno de sus practicantes, a partir de la práctica más elemental, medir su fuerza y valorar su evolución; cualquiera que juegue al ajedrez, aun cuando lo haga en los hoy muy desarrollados y masivos clubes virtuales de la disciplina, sabe el tipo de motivación competitiva que esa evolución produce. Por otro lado, la disminución del grado de arbitrariedad en la asignación de valores y posiciones para cada jugador democratiza hasta cierto punto el acceso a niveles de competición superiores.

La fórmula permite también incorporar al "ranking" a jugadores de otras épocas, sobre la base de los registros conocidos de su participación en torneos. Este es un punto particularmente polémico porque se intenta situar en la misma tabla de posiciones a maestros que jugaron en épocas muy diferentes de la evolución del juego, lo que claramente perjudica la evaluación de quienes compitieron en años anteriores. La diferencia de escalas técnicas entre los resultados que se comparan creció de modo exponencial en los últimos años con el uso ampliamente extendido de los ordenadores como bases de datos y difusoras masivas de la teoría y la práctica magistral del juego. Los resultados concretos de la aplicación del Elo como pauta comparativa son, por dar un ejemplo, Bobby Fischer, para muchos el mejor jugador de la historia, figuraría en el cuarto lugar del actual "ranking" FIDE. Es muy atractivo poder evaluar a los grandes personajes de la historia por medio de nuestra experiencia actual, pero esto no deja de constituir una aproximación a la realidad. En ajedrez seguirá ocurriendo como en el fútbol y en otros deportes populares: seguiremos discutiendo si Capablanca era mejor que Carlsen, del mismo modo que discutimos sobre Maradona, Pelé o Messi.

La clasificación de la FIDE está organizada en 18 categorías que abarcan desde el principiante (menos de 1400 puntos) a los candidatos al título mundial (2800 y más). Encabeza el ranking el actual campeón mundial Magnus Carlsen con 2853 puntos. Según cualificadas opiniones, el riguroso nivel de segmentación en la evaluación de las capacidades competitivas tiene como efecto negativo la generación de una élite ajedrecística más cerrada que nunca: los más poderosos son cada vez más renuentes a participar en competiciones abiertas a jugadores de bajo "ranking", porque lo consideran un riesgo innecesario para su calificación. Así y todo siguen existiendo torneos que obligan a enfrentarse a jugadores de niveles marcadamente diferente; el principal de estos eventos es la Olimpíada de Ajedrez, que suele emparejar, sobre todo en las primeras rondas, a miembros de la élite con jugadores de nivel considerablemente menor. Esto permite incluso curiosidades como la derrota de Anand, quien en la copa del mundo de 2001 tenía 2797 puntos de Elo y perdió ante un casi desconocido MI francés Olivier Touzane, que tenía 400 puntos menos de Elo (2382). Sin embargo, el hecho de esto ocurra, no sostiene la creencia generalizada de que cualquiera puede ganarle a cualquiera. Es muy curioso, pero nadie en su sano juicio pensaría que cualquier chico que empieza a jugar al tenis puede ganarle un partido a Roger Federer y sin embargo abundan quienes creen que, como el ajedrez depende del intelecto y no del estado físico, puede ocurrir eso mismo en una partida del campeón mundial Carlsen contra cualquier principiante. Justamente, el Elo es una valoración estadística: establece que si un aficionado de buen nivel jugase 100 partidas contra él, sería altísimamente probable que no consiguiera siquiera un empate. El ajedrez no es solamente talento e inspiración; intervienen decisivamente la técnica y el cálculo y eso hace que, a través de la práctica pueda establecerse con bastante aproximación las probabilidades del resultado entre dos jugadores. Por otro lado, aunque pueda reconocerse la tendencia generada por el sistema clasificatorio a un progresivo cierre de las élites a la competición fuera de sus estrechos límites, no pueden ignorarse las grandes ventajas de su utilización ni abstraerse de las injusticias del sistema que existían antes de su implantación. En la designación por la FIDE de grandes maestros y maestros internacionales, práctica que se inauguró en 1950, se mezclaban elementos objetivos de evaluación con la porfía política entre las federaciones para nombrar a sus propios representantes.

Actualmente, una tabla de Elo por países que publica la FIDE (basada en el promedio de Elo de los 10 mejores jugadores de cada país), sitúa España en el puesto 17 del mundo, con 2588 puntos de media, 44 grandes maestros y 112 maestros internacionales. Para valorar en su justa medida el lugar que ocupamos, hay que considerar que la disolución de la Unión Soviética y de Yugoslavia aumentó considerablemente la cantidad de países cuyo ajedrez cuenta con gran fuerza y tradición.

El sistema Elo es cada día más popular entre los aficionados al ajedrez y resulta curioso que no haya sido implantado en otras disciplinas. A diferencia de las formas de preclasificación que se usan, por ejemplo, en el tenis, el Elo abarca potencialmente a cualquier jugador y no sólo a sus practicantes profesionales. Les reserva también un lugar y un número a quienes circunstancialmente abandonan su práctica y pueden volver desde el mismo punto de partida clasificatorio (el legendario Garry Kasparov, hoy alejado de la competencia, podría volver con su inusitado ranking Elo de 2815 puntos). Con el tiempo, si la tendencia al crecimiento del número de ajedrecistas incluidos en el "ranking" se mantiene, cuando dos amigos se encuentren y decidan jugar un rato al ajedrez, podrán saber a qué se expone cada uno sin necesidad de preguntarle al otro cuánto entiende del asunto.

Investigación: MI Leandro Krysa





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